Venticinco Centavos de ¡Azúcaaaar!
Pasarán muchos años para que el tiempo pueda borrar el hermoso retumbar de la palabra ¡Azúcaaaar!, el grito que dio a conocer a Celia Cruz en los escenarios del mundo, inmortalizada en una moneda de 25 centavos de los Estados Unidos de América.
La moneda de Celia, con George Washington, el primer presidente de Estados Unidos de América, en el anverso, es un gran tributo y la perfecta representación a los logros de las mujeres que han tenido un impacto significativo en la vida de la nación. La moneda, estará circulando en el 2024 como parte del programa American Women Quarters. “Úrsula Hilaria Celia de la Caridad de la Santísima Trinidad Cruz Alfonso, más conocida como Celia Cruz o La Reina de la Salsa, es la primera afrocaribeña en estar en una moneda estadounidense”, dice Omer Pardillo Cid, Presidente de la Fundación Celia Cruz y quien fuera su manager por muchos años.
Celia, de origen humilde, alcanzó su fama artística en Cuba, en los años 1950s, como vocalista de la Sonora Matancera, el conjunto más popular de la isla. Allí conoció a su esposo y amor de su vida, el destacado trompetista Pedro Knight. La revista ¡Viva Polk! tiene el privilegio de que su nieta, la abogada Ruth Knight, resida en Lakeland y que colabore con nosotros en esta edición especial. “El ver que dos décadas después de su muerte, los Estados Unidos la reconozca con su sonrisa y su frase icónica en una moneda, es un orgullo inefable para la familia, es como si reviviera”, expresa la nieta adoptiva con una gran sonrisa en los labios.
“Los primeros pasos de Celia como cantante estuvieron llenos de obstáculos ya que en aquel entonces, el mundo musical era dominado por hombres y ella no solo era mujer, sino negra y pobre”, nos dice Ruth Knight; sin embargo, se convirtió en la amada líder del conjunto y se dio a conocer como la Guarachera de Cuba. Con el triunfo de la revolución de Fidel Castro, el régimen se apoderó de todos los negocios privados, las emisoras de radio y televisión. Celia no compartía el entusiasmo revolucionario, ni le hacía reverencia al comandante Castro. En 1960 la Sonora Matancera salió de Cuba a tocar en México. Celia no sabía entonces que jamás podría volver a la isla que la vio nacer. Fidel Castro la castigó con el destierro, negándole que volviera a Cuba incluso para el entierro de su madre.
Al llegar a los Estados Unidos en 1962, como exiliada cubana, trabajó incansablemente hasta llegar a convertirse en una de las artistas más importantes del siglo XX, se asoció con Tito Puente y realizó giras por todos los continentes. Fue también la voz y representante del Exilio Cubano, expresando a menudo su desdén por el régimen y ayudando a los exiliados, sobre todo a que estudiaran. “Ella era una artista que amaba a su público, muy solidaria y entregada. Al punto de que participaba en eventos de caridad de forma gratuita”, nos dijo Omer Pardillo.
La abogada Knight expresa con gran ternura lo dulce y familiar que era Celia y como fue ella la que se encargó de que su madre Ernestina, hija de Pedro Knight, pudiese salir con su familia de la opresión del comunismo. “Siempre se ocupaba de nuestro bienestar”, dijo Ruth quien guarda una gran colección de fotos familiares y correspondencia que Celia les enviaba de sus giras. “Abuela tenía la buena costumbre de aprovechar el tiempo mientras volaba y de donde quiera que fuese nos mandaba tarjetas y cartas”.
Celia nunca imaginó que su foto iba a estar en un sello postal, ni que Mattel saliera con una Barbie llamada Celia Cruz, mucho menos que su contagiosa sonrisa iba a quedar grabada en una moneda del país que le abrió las puertas como exiliada. Durante medio siglo la cantante ganó más de 100 reconocimientos a nivel mundial, grabó 70 álbumes, más de 800 canciones, tuvo 23 discos de oro, tres premios GRAMMY ® y cuatro premios Latin GRAMMY ®, así como una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Celia ganó tres doctorados honorarios, uno de la prestigiosa Universidad de Yale, Florida Internacional y la Universidad de Miami. También apareció como actriz de cine y en telenovelas y por supuesto, se le reconoce mundialmente como La Reina de la Salsa.
El exilio cubano cantó, bailó, y lloró con Celia Cruz. En su autobiografía, Mi Vida, ella narra su triste experiencia: “Me castigaron por salir de Cuba, no dejándome regresar para enterrar a mi mamá. El día que la sepultaron, sentí una rabia y una desesperación tan profundas que apenas podía con ellas. Pensé que se me iban a secar los ojos de tanto llorar”. Pero su público nunca la vio triste: “El público paga por verme cantar y reir, no por verme llorar”.
Los cubanos llevamos en el corazón la imagen de cuando, en 1991, invitada por los Estados Unidos a la Base Naval de Guantánamo, para que cantara a los exiliados, Celia se acercó a la cerca que divide la base militar de Cuba, metiendo la mano hacia el otro lado de la cerca, agarró un puñado de tierra y se lo llevó consigo.
Nuestra Reina de la Salsa falleció trece años después de esa visita a Guantánamo a consecuencia de un tumor cerebral. Fue sepultada en Bronx, Nueva York con su poquito de tierra cubana.
La Guarachera de Cuba se metió al mundo en su bolsillo, se robó el corazón de todos los que deleitó con su inigualable voz, su contagiosa sonrisa, positivismo y energía electrizante, que continúa haciendo bailar a más de tres generaciones–su voz sigue viva, inmortal. “Su legado es el ejemplo de que el que quiere puede” dijo Ruth Knight, es la inspiración que sentimos al oír su voz en la radio diciéndonos que la vida es un carnaval.
Celia Cruz ha sido y continúa siendo la embajadora más destacada de la cultura y la música latina en el mundo y una fuente de inspiración para todos los que buscan el Sueño Americano. No es para menos que se le eternice en una moneda y así pueda continuar sus giras por el mundo, en los bolsillos de cada uno de nosotros que tenemos la suerte de vivir en los Estados Unidos de América.
Por: Teresa V. Martínez,
Escrito desde el corazón de una exiliada cubana.